Alarcia Ferrer es una oficina de arquitectura argentina con base en Córdoba fundada en el año 2009. Orientados hacia una producción privada de mediana escala en entornos suburbanos y rurales, han sabido trabajar durante más de una década en estrecha relación con el paisaje de la provincia, reflexionando constantemente sobre las tensiones e interacciones entre naturaleza y artificio. Cada obra puede leerse como el fruto de un ejercicio material y espacial que les sirve como excusa para replantearse aspectos más profundos como la permanencia, la autenticidad y la sencillez.
Para conocer en profundidad cómo fueron sus inicios, cómo es trabajar hoy en día en Córdoba, cuáles son sus inspiraciones, motivos, búsquedas y propósitos, qué influye en sus modos de operar, reflexionar y explorar, y cómo articulan su trabajo profesional con la academia y las instituciones, realizamos la siguiente entrevista a Joaquin Alarcia y Federico Ferrer Deheza, socios fundadores de Alarcia Ferrer Arquitectos:
Belén Maiztegui (BM): ¿Cómo fue el proceso de constituirse como práctica en Córdoba? Parecería que, circunstancialmente, han tenido la oportunidad de trabajar en escenarios rurales donde el paisaje posee un peso considerable ¿Qué relevancia tienen estas preexistencias naturales para ustedes?, ¿Cómo los atraviesa y condiciona esta variable a la hora de proyectar?
Joaquin Alarcia y Federico Ferrer Deheza (AF): La decisión de abrir un estudio propio, hace poco más 10 años, surgió luego de realizar una serie de concursos en sociedad, por suerte con resultados favorables. El entusiasmo que ello genera, junto con algunos pequeños encargos y una amistad de casi 30 años, nos empujó a formar una oficina en conjunto. Esos primeros encargos corresponden principalmente a viviendas suburbanas ubicadas al noroeste de la ciudad de Córdoba en municipios aledaños y algunos encargos familiares de carácter más bien rural.
En ambos contextos, suburbanos y rurales, la condición del paisaje y la topografía tan característica de Córdoba estuvo siempre muy presente. La prexistencia, en estos casos de carácter natural, como un bosque, un afloramiento de piedras o la significativa topografía, siempre es una variable fundamental a tener en cuenta. Las prexistencias siempre están, en mayor o menor medida ,Creemos que el trabajo está en descubrirlas y eventualmente, enaltecerlas. Hay una reflexión muy interesante de Sverre Fehn que dice "cuando alguien ve un edificio junto a un árbol, y se da cuenta que el árbol es verdaderamente muy lindo, es porque la Arquitectura es buena"
BM: En “Hacia una compleja sencillez”, una reflexión que escribieron en el 2016, comentan que están interesados en generar una arquitectura de lo esencial, la síntesis y la sencillez, afirmando que “persiguen una arquitectura cuya pretensión radica en el sentido común frente a la arbitrariedad, naturalidad frente a la sobreactuación (...) y, por sobre todo, continúan buscando una compleja sencillez.” ¿Nos podrían contar un poco más sobre esta búsqueda?
AF: Básicamente entendemos esta disciplina como una constante búsqueda donde los proyectos aspiran en lo posible reflejar y conciliar ciertas preocupaciones propias con las necesidades ajenas. Es a partir de una intensa retroalimentación de estos dos mundos donde las obras de arquitectura adquieren una cierta autenticidad. En este sentido, aspiramos a que los proyectos estén sustentados por cualidades y valores que perduren en el tiempo.
Nos preocupa el impacto y la presencia de nuestras obras en un lugar determinado. En este sentido, buscamos que nuestra obra se ensamble con la mayor naturalidad con su entorno. Por otro lado, quizás nuestro mayor objetivo, es desarrollar una arquitectura que intensifique la experiencia del habitar. En cuanto a nuestra intención de aspirar a una cierta atemporalidad de la arquitectura, siempre creemos pertinente aprender de aquellas construcciones vernáculas donde el sentido común es sin dudas el valor que les permitían transcender a cualquier pretensión, moda o preocupación efímera.
BM: En su obra Pabellón Puente, reconocida con el Premio Nacional ARQ-FADEA de Oro en 2018, trabajaron la implantación desde un sentido de la pertenencia y arraigo al paisaje. El Pabellón, aunque obra de escala pequeña, les permitió conservar la vocación del canal y permitir que la pieza geográfica mantenga su condición original ¿Podrían contarnos sobre este proyecto y sobre cómo calibran el impacto que una obra puede tener sobre el paisaje?
AF: Procurar manejar el impacto o la manera en como una obra afecta y redefine un determinado lugar forma parte de las preocupaciones esenciales en nuestro trabajo. Creemos sustancial tener una lectura precisa y sensible sobre el contexto con el objetivo de desarrollar una arquitectura que interprete e intensifique la relación con ese paisaje. En este sentido, el Pabellón Puente es un proyecto que respeta una vocación preexistente del lugar como espacio de recorrido, pero a su vez lo resignifica a través de una construcción que propone una experiencia que no existía hasta el momento, la de estar suspendido en ese espacio. Por último, creemos que el proyecto entiende que debe ser lo más ligero y transparente posible para implantarse con una cierta serenidad en el lugar.
BM: Entendiendo que participan, por un lado, en un ambiente académico desde la UNC y la UCC y, por el otro, en el Colegio de Arquitectos de Córdoba ¿Cómo articulan estas actividades con los proyectos edilicios que tienen paralelamente en curso? ¿Estos dos mundos enriquecen las discusiones dentro del estudio?
AF: Entendemos que el desarrollo en paralelo de la actividad académica y profesional crea una interesante sinergia que sin lugar a dudas enriquece el ejercicio de la disciplina. Creemos en una sana relación de equilibrio entre estos dos mundos, donde lo académico aporta una mirada ligada al mundo de lo abstracto, de las hipótesis y de lo conceptual mientras que el ejercicio profesional nos lleva a lo concreto y real.
Por otro lado, la decisión de formar parte del Colegio de Arquitectos de Córdoba, surge principalmente con el objetivo de involucrarse en las instituciones ya existentes y desde allí tratar de generar algún cambio en el ejercicio de la disciplina. Puntualmente, con el objetivo de una mayor promoción de Arquitectura pública mediante el mecanismo participativo del concurso. Sobre todo, teniendo en cuenta la enorme cantidad de excelentes estudios cordobeses de una generación joven y su prácticamente nula participación en la ciudad, sumado al antecedente que durante los últimos casi 20 años se construyeron muchísimos edificios públicos con adjudicación directa y con resultados verdaderamente muy malos. Una lástima para la ciudad de Córdoba, posibilidades únicas reflejadas en los peores edificios de carácter públicos del país.
BM: En base a esto último, ¿Consideran que en Córdoba existe una brecha entre la academia y la práctica profesional? ¿Creen que es necesario repensar los talleres de las universidades en Argentina?
AF: Creemos que la brecha que hay entre la academia y el ejercicio profesional está presente en prácticamente todas las universidades. Quizás por el hecho que la Arquitectura es un oficio, y la única forma de aprender un oficio, es practicando. Sobre Córdoba puntualmente, esa brecha creo que se acorto considerablemente, sobre todo en comparación a como fue nuestra formación en la Universidad Católica de Córdoba (UCC) casi 15 años atrás.
Por otro lado, en vista de las constantes transformaciones en el mundo del trabajo es necesario repensar la educación en términos generales y eso incluye la Arquitectura. Las universidades deben dejar de ser una mera fuente de información para evolucionar hacia un espacio que se encarga de brindar herramientas con la cual cada alumno pueda resolver y gestionar su propio conocimiento y pensamiento crítico.
BM: En Argentina existen muchos estudios jóvenes pensando y haciendo arquitectura. ¿Qué consejo les darían a las nuevas generaciones de arquitectos y de estudiantes de arquitectura?
AF: Efectivamente, en Argentina hay una generación joven que está haciendo cosas excelentes, con mucha dedicación y pasión. No creo que estemos en condiciones de dar consejos, sino más bien compartir alguna reflexión. Y en ese sentido el proceso de trabajar, pensar y estudiar es un buen proceso, aunque obviamente no existen fórmulas. Casi a la inversa del procedimiento convencional de enseñanza. Trabajar para aprender del oficio, como hablábamos antes; pensar por qué y para que trabajamos; y continuar aprendiendo estudiando el trabajo de otros. Como primer puntapié es un buen mecanismo. Luego esto surge de forma cíclica y entremezclándose constantemente. Con respecto a estudiar el trabajo de otros, definitivamente la mejor forma es de carácter presencial, bajo la experiencia física y personal del cuerpo en el espacio.
